El estallido social es el nombre que recibe una serie de manifestaciones y disturbios originados en Santiago y propagados a todas las regiones de Chile, con mayor impacto en las principales ciudades.
Sin duda, la fecha del 18 de octubre la analizaremos por mucho tiempo, siendo recordada como un quiebre entre el imaginario de la clase política y la realidad de la población que salió a las calles exigiendo mejores condiciones de vida y un grito de desesperación ante la corrupción y la falta de dignidad.
Manifestaciones caracterizadas por suceder en uno de los países que más se jactaba de ser un buen ejemplo del “éxito del modelo neoliberal”, todo esto nos deja un mensaje de la necesidad del cambio y de platearnos la sociedad en su conjunto.
De esta forma, se mostraron las grietas ocultas en torno al modelo, que no solamente influye en ámbitos económicos, sino que sociales y culturales. Hace perder la empatía y la idea de pensar en un otro, además viendo al de al lado como mi competencia mas que como una oportunidad de formar sociedad.
El estallido social partió como una verdadera fiesta, de encuentro con amigos, pasacalles con música, baile y cantos. Conversar con un otro y, por sobre todo, ponerse en el lugar de la persona que está a mi lado y pensar un proyecto país.
La distancia entre las elites políticas, empresariales y culturales chilenas, y el resto de la población, nunca había sido tan manifiesta en los últimos cincuenta años. Lo que partió como evasiones estudiantiles masivas en el Metro de Santiago, terminó reventando la frontera de lo moral y socialmente aceptable. De esta forma, se resquebrajaba el relato macroeconómico neoliberal que se nos repetía una y otra vez.
Es un ejemplo más de distintas crisis que estaban y están sucediendo alrededor de todo el mundo, donde el modelo económico y social de los países no respondía a las expectativas que se les hacía a sus ciudadanos. Tanto en el Líbano, Irak, Israel, Puerto Rico y Colombia las crisis se debieron a la falta de soluciones sociales, legitimidad de las autoridades, a la poca credibilidad y/o a una falta de representatividad democrática, lo que sucedió en nuestro país no está ajeno, es parte de un proceso de repensar la sociedad en la que quiere convivir.
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