Septiembre, 2020 | Constanza Koday Contreras
En esta sección la periodista Constanza Contreras da voz a los desahogos literarios, los que son manufacturados por quienes tienen "algo" que decir y desean expresarlo. En Im /potencia social se comparte un espacio, en donde cualquiera puede publicar su desahogo escrito.
Dulce amargo
Me gustarÃa escribir sobre un universo justo, sobre un paÃs de dulces compartidos, sobre una cordillera bañada en azúcar, sobre una alameda pintada de sonrisas. Pero el caramelo afilado nos atraviesa los ojos y nos mata. Abusa del desvalido. La lucha sangrante tiñe las plazas con un jugo amargo y envenenado.
Viviana Diaz, 16 años. Barrio República.
El tÃtere
El tÃtere del momio entró a mi apartamento. Me saturó la consciencia. Me bañó con armas manchadas de sangre. El tÃtere del momio me dejó desvalido. Me adoctrino con su cuchillo.
Salà a la calle a gritar. El tÃtere del momio no me detendrá. El tÃtere del momio se paró frente a nosotros. Nos lanzó fuego iracundo, nos quitó todo, incluso ¡El miedo!
El tÃtere del momio no es más que un tÃtere descerebrado.
MatÃas Delano, 23 años. Maipú.
Primavera en pandemia
Es septiembre en plena pandemia,
donde la primavera subyace,
cuando el calor del sol renace,
cuando el virus no da tregua,
y el color de esta estación ahà queda.
¿Cómo podemos ver y oler las flores desde nuestra casa?
¿Cómo jugarán los niños en la plaza?
¿Acaso esa no es la gracia de la primavera?
Ya no se puede compartir con los demás,
porque el cuidado de la salud es lo que hoy impera.
La esencia primaveral se pierde en las pantallas,
pero no nos queda otra opción,
contra el coronavirus la primavera fue un sacrificio de batalla,
uno que es necesario con justa razón,
pero que significa una pérdida en lo que representa esta estación.
Lo siento primavera, te disfrutaré en una próxima ocasión,
tal vez el próximo año gozaré mejor de tu aparición,
pero hoy tengo que cuidarme por culpa de este virus caprichoso,
que le gusta aislar a la gente solo de malicioso,
y que por no poder disfrutarte, hacia él me hace alguien rencoroso.
Bastián Silva, 20 años. Puente Alto.
No son cifras
Tan solo si en una conchita
pudiera yo guardar sus extinguibles voces,
sus antiguallas formas
y sus deforestadas historias,
en las alegrÃas y las penas nos tomarÃamos las manos.
Si tan solo no se olvidaran
de que fueron miles los partos que nos dieron la vida.
Pobre corazón el que no tuvo la dicha de quererte.
No de mal agradecida te pedirÃa yo más tiempo,
apenada me sueno y te extraño.
En un rincón de mis sueños
lograré abrazarte y despedirnos como era debido.
Si no hubieras necesitado ir a trabajar…
aún podrÃa ir a la Legua a visitarte.
Pujaré por cambiarlo todo,
no será en vano, no.
Un ideal en mi alma dejaste.
Constanza Pacheco, 22 años. Padre Hurtado.