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El fascismo pasando piola

Noviembre, 2020 | Columna de opinión | Constanza Pacheco Bustos


Parece increíble que escuchemos a presidentes electos democráticamente, como Trump, aludiendo a que los antifascistas son un peligro, terroristas, legitimando así el fascismo y normalizándolo en su discurso. No es menor la cantidad de personas que es adepta a pensamientos como este. El fascismo no es algo que haya quedado en el pasado con Hitler y Mussolini, hoy mismo está en ascenso y de hecho, el sistema económico imperante es una de sus máximas expresiones. El darwinismo, ligado a la meritocracia y en condiciones evidentemente desiguales son fundamentos medulares en sistema de clases. No olvidemos que ideologías como esta han permitido la existencia de campos de concentración, cometiendo aberraciones injustificables contra la humanidad.


Frente a este mismo tema, en una conferencia realizada por Im/potencia Social y Fusión Popular en un diálogo con Chiara Sáez (socióloga chilena) y Natalia Vinelli (periodista de Argentina) se les preguntó ¿cómo el periodismo tradicional ha incidido en este ascenso del fascismo y qué puede hacer el periodismo de contrainformación para evitar su propagación? Ante esto Chiara respondió, en resumen, que el límite de la libertad de expresión es cuando esta colisiona con otros derechos humanos. Y recordó cuando el señor Hermógenes Pérez de Arce, quien es abogado, economista y periodista chileno, comenzó a relativizar la veracidad de los informes sobre los crímenes cometidos en el dictadura Valech y Rettig en el canal 13 por lo que fue echado por la animadora Tonka Tomicic en el programa Bienvenidos, el cual de hecho, fue demandado por no permitir que el señor se expresara. Esto da cuenta de toda esta paradigmática e inaceptable situación.


No podemos permitir que la memoria de un pueblo sea violable a tal punto de que las personas crean en discursos pinochetistas a punta de ignorancia y apatía. De hecho, no solo nosotrxs debemos hacernos cargo de enfrentar este peligro con ahínco, civiles comunes y corrientes deben darle la merecida importancia a este asunto porque de lo contrario nos pillará desprevenidos una segunda ola de intolerancia, que de hecho, se avecina. En este sentido las personas que no se posicionan son igualmente peligrosas y lo podemos evidenciar con la respuesta de Natalia Vineli, la cual asoció este problema a las redes sociales, poniendo de ejemplo la compra de datos de Facebook realizada por Donald Trump y Bolsonaro a Cambridge Analytica para detectar geográficamente a los perfiles más manipulables, por el hecho de no poseer una postura clara _yo diría que poco instruidas o curiosas_ con perfiles psicológicos débiles y manipulables, los cuales fueron atiborrados de propaganda que favoreció las elecciones de ambos presidentes. Este punto es primordial, teniendo en cuenta lo dominantes que son las redes sociales actualmente, y el nivel de vicio que afecta no solo a adultos, sino que también a niños. Además de lo inmoralidad que significa que nuestros datos hayan sido vendidos y que Mark Zuckerberg mintiera al respecto, lo que quedó evidenciado en el documental de Netflix “Nada es privado”, que por lo demás terminó con una multa por vender datos de 87 millones de usuarios, pero esto no significa en concreto que los usuarios hayan recuperado sus datos personales. Esto es grave, pero nadie se quiere dar cuenta.


Quiero creer que hay muchas más personas que se oponen al fascismo respecto de las que lo favorecen. El problema, es que no damos esta lucha como debiéramos hacerlo, es decir, con mucho más ahínco y consecuencia, con mucha más voz que sumisión, con mucho más diálogo y debate que individualismo, con mucha más denuncia y con menos temor, pero también, sin inocencia. Hablar de fascistas y de nazis, habla de personas que pregonan la “paz y el orden” pero que en la práctica, actúan de forma genocida ¿Hasta dónde está bien la tolerancia? ¿cuál es nuestro límite? lo dejo como tarea impostergable.



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